¿Qué comiste hoy? ¿A qué sabía? ¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Qué ingredientes tenía esa comida? Es posible que no hayas sido capaz de contestar todas las preguntas que te acabo de hacer, jeje, tranquila no pasa nada, seguramente te estés planteando cómo es posible que no lo recuerdes. Esta es una gran pregunta que te voy a responder si sigues leyendo.
Vivimos en una sociedad en la que todo es para ayer. Parece que para llevar una vida completa es necesario tener todas las horas del día ocupadas sin huecos libres y haciendo malabares para aprovechar el tiempo y ser productivo. Las carreras para ir al trabajo, al gimnasio, hacer las cosas de casa, atender a la familia, tener vida social, leer ese libro que está pendiente, estar al día en las redes sociales… más que ayudarte a ser más productiva y disfrutar del día a día consigue todo lo contrario, es decir, que no recuerdes todas las cosas que hiciste ese día, nunca llegas a estar 100% en los sitios porque tu cabeza está en lo que tienes que hacer después o en lo que te quedó pendiente en la oficina. Esas prisas constantes, la falta de descanso, de tiempo para estar contigo misma te lleva a reducir tu productividad, aumentar tu nivel de estrés y hacer que te pierdas muchas cosas del día a día además de perjudicar a tu salud.
Ahora te estarás preguntando: ¿y esto que tiene que ver con mi alimentación? Te lo voy a explicar, este ritmo acelerado que te impone la sociedad es en parte responsable de que no tengas tiempo de ir a hacer la compra con tranquilidad, disfrutar del tiempo de cocinado (si cocinas tú) o de sentarte a comer tranquilamente a saborear la comida. Hoy en día la comida es un mero trámite que hay que hacer. Si vas a carreras y no tienes tiempo ni de sentarte, generalmente, optas por pasar sin comer nada, coger algo rápido en el trayecto de un sitio a otro o picotear algo del plato de tus hijos para intentar que acaben lo antes posible e ir a la siguiente actividad. Cuando esto sucede un día concreto o en momentos muy puntuales es posible que no tenga repercusión en tu salud. En cambio, si de lunes a viernes te habitúas a comer así, cuando llegue el fin de semana terminarás haciendo lo mismo porque habrás adquirido el hábito. Quizás te sientes a la mesa a comer, lo difícil será que te pares a disfrutar y saborear la comida.
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Dedicarles tiempo a las comidas del día favorece que tus digestiones sean más ligeras, que no estés todo el día con hinchazón, reflujo, pesadez de estómago e incluso diarreas después de comer. Primero de todo, te voy a explicar muy por encima el proceso de digestión. Empieza en la boca con la creación del bolo alimenticio mientras masticas los alimentos y se mezclan con la saliva, a continuación tragas y ese bolo baja por el esófago hasta llegar a tu estómago. El estómago vacío está todo plegado y su capacidad de almacenamiento es muy baja, en el momento que empiezas a comer o que salivas ante una comida que te gusta mucho se empieza a desplegar y aumenta su tamaño. Una vez llega el bolo alimenticio se mezcla con el ácido clorhídrico, la pepsina y el factor intrínseco entre otros (jugos gástricos). De aquí, pasa al intestino delgado donde se absorben la mayoría de los nutrientes a través de sus paredes. Sigue avanzando hasta llegar al intestino grueso, haciendo que los productos de desecho lleguen al recto y de ahí salgan mediante las heces.
En el momento que empiezas a comer y el estómago se va llenando empiezan a trabajar diferentes hormonas entre ellas la leptina, que regula la saciedad. La función de esta hormona es enviarle una señal al cerebro cuando tu estómago está suficientemente lleno para que éste te avise de que es momento de parar. A partir de aquí tienes varias opciones:
- hacer caso a las señales que te envía el cuerpo y parar de comer.
- ser consciente de que estás llena, pero seguir comiendo, algo que es muy habitual cuando te gusta mucho la comida o estás en una celebración (ejemplo bodas, comuniones…).
- Que comas a tal velocidad que cuando tu cerebro reciba la señal ya hayas comido demasiada cantidad.
De las tres opciones ¿con cuál te identificas más a menudo? A que adivino y contestaste la tercera. Si es así te recomiendo que empieces a cambiar tus hábitos, resintonizar con tu cuerpo y hacerle caso a las señales de saciedad que te envía tu cerebro por los siguientes motivos:
Beneficios de comer despacio
- Mejorar la digestión. El proceso de digestión empieza en el momento que metes el alimento en la boca. Masticar bien los alimentos y mezclarlos con la saliva va a facilitar el trabajo que viene después. Si desde el primer momento no haces bien tu parte, masticar, el resto del trayecto del alimento será mucho más complejo, originando molestias como el ardor, hinchazón, reflujo…
- Control de la saciedad. Reduciendo esa velocidad a la hora de comer tu estómago va a tener tiempo de enviar leptina y otras hormonas a tu cerebro para que pares en cuanto está lleno. Es posible que al principio no detectes esta señal porque si llevas mucho tiempo ignorándola se podría decir que desaparece, poco a poco la recuperarás, las cosas llevan tiempo.
- Mejor absorción de los nutrientes. Cuando comes con tranquilidad y masticas con calma los alimentos llegan al intestino transformados en nutrientes sencillos de asimilar. En el caso de engullir parte de los nutrientes de ese alimento se van a perder por no poder absorberse correctamente.
- Mejora el estrés. Para un momento del día para disfrutar de la comida, fíjate en la presentación del plato, sé consciente de su olor, come con calma y saborea cada bocado, intenta identificar los ingredientes que lleva el plato. Parar este ratito te permitirá bajar revoluciones después de una mañana acelerada, hacer caso a las señales de saciedad de tu cuerpo y recuperar fuerzas para afrontar la tarde con otra actitud.
Te podría contar más pero creo que ya me estoy alargando mucho y no quiero que te canses de leer, así que recuerda que comer despacio tiene gran cantidad de beneficios para tu salud y te va a ayudar a sentirte mejor.